Poetas con Luz Ambiente, Francisco Gómez-Porro
“Escribir para llegar a nadie, para los que nunca podrán leer. Ni decir. Ni juzgar. Para un solo amor: la vida.”
Esta sesión debió llevarse a cabo hace tiempo, pero por cuestiones de coordinación, no ha sido posible realizarla en Villarrubia de los Ojos, un lugar que ella aprecia profundamente y del cual se emociona al hablar. Finalmente, decidimos llevarla a cabo en Madrid, comenzando en la Biblioteca Nacional, un punto de encuentro emblemático para quienes aman la literatura. Allí, en sus escaleras, ha pasado horas escribiendo y, en ocasiones, disfrutando de una comida. Es también el espacio donde ha tenido el privilegio de conocer a figuras literarias, tanto nacionales como internacionales, entre las que menciona a John Berger.
Con tiempo suficiente después de nuestra visita a la Biblioteca, decidimos pasear por la feria del libro antiguo en el Paseo de Recoletos, para luego relajarnos con un café en el famoso Café Gijón. ¿Cómo dejar pasar la oportunidad de disfrutar de un entorno tan lleno de historia y de riqueza literaria, donde la luz que se filtra por sus ventanas evoca auténticos cuadros de Rembrandt?
No podía evitar abordar el tema de la luz. Francisco comparte su preferencia por la luz manchega de su infancia y adolescencia, la cual evoca con cariño, aunque también recuerda la luz atlántica y la que iluminaba los zocos que ha conocido a lo largo de su vida. La luz, para él, actúa como un crisol que une dos vastas llanuras totalmente opuestas: la del mar y la de la mancha.
A medida que revisamos los retratos, me encuentro ante el dilema de cómo enmarcar su esencia. Aunque decidimos tomar las fotos en la Biblioteca Nacional, que representa su extenso recorrido poético y literario, al analizarlas, opto por centrarme en un retrato puro de su semblante, sin elementos que distraigan, incluso en el desenfoque. La charla de aquella tarde me lleva a elegir una mirada que irradie limpieza, honestidad y un profundo compromiso consigo mismo.
Francisco Gómez-Porro
Partir de ahí: de las cenizas.
Y escribir para llegar a nadie. Desde el suelo. Desde un guijarro, desde el mantillo. Escribir para las piedras que acunan el grito inarticulado de las víctimas y para fecundar la hierba tiroteada en los paredones. Escribir para refundar el amor, un solo amor, en una herida incurable, en las babas, en las heces, en el estiércol, en la sangre. Escribir para refundar el llanto de la araña y de la golondrina, del musgo calcinado y del erizo atropellado en el asfalto, de los ácaros que perforan el tronco del aliso y del corzo borracho de cerezas. Escribir en cada grano de tierra, envueltos en su grasa, en el sol de su carne.
Escribir desde lo extinto el nuevo libro de las palabras abonadas con nuestras ruinas. Y cuando se trate de defender una charca, una babosa o un simple necróforo atraído por la putrefacción bacteriana, refundar el júbilo de los estadios y el fervor de las iglesias de los empobrecidos.
Escribir para llegar a nadie, para los que nunca podrán leer. Ni decir. Ni juzgar. Para un solo amor: la vida.
Partir de ahí: de sus cenizas.
Madrid, 28 de septiembre, 2024
Francisco Gómez-Porro