Poetas con Luz Ambiente, Jesús Martín
Define su poesía como “poesía autobiográfica y existencialista, escrita desde una óptica pragmática”.
Reanudo con el nuevo año, el proyecto de Poetas con luz Ambiente, siendo la última publicación a mediados de septiembre de 2022. De todos es sabido que estas cosas pasan y que en todo proyecto personal, muchas son las circunstancias que se dan. O bien se va realizando a medida que uno disfrute del proyecto en si, o mejor dejarlo para más adelante, pues bien, el “más adelante” es ahora.
Vuelvo con Jesús Martín, un amigo desde hace tiempo. Recuerdo que sobre principios de los 90, una tarde en la que mi hermano Miguel nos presentó. La circunstancia de conocerlo en el tiempo, es la que me hace conocedor que lleva escribiendo poesía desde hace otro tanto, como corroboran sus dos libros publicados. Decide darse un tiempo antes de su próximo libro de poesía, debido a sus cargos políticos desarrollados en el senado y ayuntamiento de Valdepeñas. Piensa que no es el momento de sacarlo a la luz, aunque está deseoso de hacerlo cuando deje la vida política.
Define su poesía como “poesía autobiográfica y existencialista, escrita desde una óptica pragmática”.
Me gustaría, ojalá que esta publicación pueda contribuir a que Jesús, cuando llegue ese tiempo, acepte alguna propuesta ya hecha por alguna editorial y acabemos viendo ese próximo libro de poesía.
Es la luz la que sale a colación en el texto, y aprovecho para remitirme a la iluminación que me encontré en el espacio elegido por Jesús. Este espacio fue el de su vivienda; en concreto su mesa de trabajo iluminada de manera amplia y grande, apoyada por otra de naturaleza artificial y de tungsteno. Esta disposición de fuentes de luz, me proporciona una luz ideal para esta sesión. El aporte de luz del flexo (artificial/tungsteno/cálida) junto con la direccionalidad de este me ayudó a conducir al espectador hacia el centro de atención, en este caso “el poeta”.
Jesús Martín
Mi poesía es el pecio en el que flota la verdad después del naufragio. Siempre fue así.
Los primeros versos que recuerdo haber redactado, los dicté en la imaginación no material del papel, sino de la voz interior que como una granada rota todos llevamos en el corazón. Nacieron en la desesperación de un escenario hostil en el que la homosexualidad aún figuraba en la lista de enfermedades psiquiátricas por la asamblea general de la Organización Mundial de la Salud. Así es que se puede decir que, sin diagnóstico, abrogué una locura por otra.
El adarve de mi poesía, en su fase de decantación, es prosa adjetivada. Existencialismo necesario que en los pliegues de la metáfora esconde la verdad insuficiente de lo material, para hacer del recuerdo el trampantojo necesario de la caricia no disimulada. Borbotón de sangre sin cuajo, es la hemoptisis de un tuberculoso sempiterno, que acude a la palabra para no perecer en el grito.
Naturalmente, el acróstico la he plagiado a lo largo de los años de los no pocos poetas que se me ofrecieron a leer, de los que sin hacerlo me descubrieron, de los que mutuamente nos hicimos azogue de nuestros espejos. Pero en realidad, todo poeta nace para morir solo en la interrogación de su existencia. Sin la poesía yo no hubiera podido sobrevivir a la incertidumbre. De ahí que, en esta poética, renuncie a mi derecho constitucional de no declarar.
Jesús Martín Rodríguez
Valdepeñas, 20 de noviembre de 2023