Poetas con Luz Ambiente, María Jesús Rosales Palencia
“Aquello que entra por los ojos toca el corazón y sale por los dedos, convertido en algo profundamente distinto y maravilloso.”
Mientras viajaba hacia Ciudad Real, reflexionaba sobre lo atípica que podía ser la sesión con María Jesús. Normalmente, suelo planificar las sesiones en una sola cuestión, ya sea por la mañana o por la tarde. En esta ocasión, la realizamos después de una reunión previa que tuve. Además, no suelo llevar una idea preconcebida sobre cómo hacer el retrato hasta estar en el lugar; sin embargo, en esta oportunidad, a raíz de nuestras conversaciones previas, tenía claro que la luz que utilizaría sería la del teléfono, aunque sin que ello favoreciera necesariamente su apariencia, tal como ocurrió. Decidimos que esa captura reflejaba mucho de su “luz ambiente” cuando escribe.
La poesía llegó a buscarla hace 15 años, cuando ingresó en un grupo de poesía y, con la ayuda de una filóloga, aprendió que la perseverancia y la continuidad eran esenciales para escribir poesía.
En relación a su luz, describe que es luminosa y que parte de la penumbra, viajando hacia la luminosidad. Ella misma comenta que “es un viaje hacia la luz” y aplica el dicho de “cuanto peor, mejor”.
El color que prefiere es el violeta sagrado, considerado muy espiritual. Con esta combinación de preferencias, intenta inspirar a sus lectores, defendiendo que la mejor religión es “ser buena persona”. Además, para ella, para escribir hay que leer mucho.
María Jesús Rosales Palencia
Entiendo la poesía como la percepción de la realidad de una forma única e individual, y considero al poeta el encargado de reflejar el universo personal a través de su mirada.
Aquello que entra por los ojos toca el corazón y sale por los dedos, convertido en algo profundamente distinto y maravilloso.
La poesía también es trabajo y terapia, una catarsis en la interminable renovación de la energía, errática, palpitante y evidentemente humana, y un modo de hacer las paces con las sombras del espíritu a través de la creatividad.
Para mí, huésped ocasional de escenarios difíciles e inquietantes, también supone una fórmula de salvación y una nave en la que viajar a otros mundos en una alucinante expedición a las estrellas.
No concibo al poema como un conjunto estático de palabras, sino como el ente con identidad propia que, una vez que ha visto la luz, sigue su camino y pasa a formar parte de todo el que lo lee y lo hace suyo.
Decía Roque Dalton: “La poesía, como el pan, es de todos”.
Y así lo creo.
A mí la poesía me da mucho más de lo que me ofrece una sola vida.
Tomad la que queráis. Es vuestra.














