Poetas con Luz Ambiente, Valentín Artega
“La poesía es un halo indefinible, del que brota una extraña energía que, si uno obedece, conduce al asombro, a la realidad más pura de lo sublime”.
Poder encontrar un hueco para hacer la sesión con Valentín Arteaga no puedo calificarlo de difícil, en él todo es colaboración. Pero acaso, sí, es cuestión de suerte a la hora de coincidir con los tiempos de ambos.
Nuestros primeros contactos fueron a través del teléfono en dos ó tres ocasiones, hasta que llegó el día de la sesión, en el que el tú a tú se hacía realidad. La sensación fue como si nos conociéramos de tiempo, toda la sesión transcurrió bajo el marco de la tranquilidad y el sosiego que transmitían tanto el ambiente como él mismo.
Teniendo en cuenta su condición como idea preestablecida, me llevaba a pensar en un poeta místico. Esta sensación quedaba lejos de la realidad… “la poesía es poesía. No admite adjetivizaciones”, me comentaba, “eso si, independientemente la condición humana siempre puede aflorar”.
En la actualidad, su poesía es menos retórica y más sencilla con mensajes religiosos y humanos. Con estos elementos y la manifestación sobre la luz, comparándola con la palabra a modo de luminaria. Ambas manifiestan el deseo de la profunda claridad, apreciada desde una perspectiva propia.
La luz y el ambiente que decido elegir para el retrato, es la de un gran salón con gran aporte de luz a través de ventanas que dotan a la escena de un contraste sutil.
Valentín Artega
¿Qué es y en qué consiste la poética? ¿y puede este “aprendiz” de poeta, que uno es, aunque ya con demasiada obra consentida, y sin dejar de darle vueltas al misterio durante una larga vida, confesar, sin rubor, cuál es la poética, o la razón de su poesía? Lamentablemente no. La poesía hemos de reconocer, es un don, un don excesivo, de índole superior a todo aquello que somos, hacemos u oficiamos. La poesía es un halo indefinible, del que brota una extraña energía que, si uno obedece, conduce al asombro, a la realidad más pura de lo sublime. O sea, la poesía en general, también la que un servidor intenta muy de manera modesta, no tiene nada que ver con versificar la frivolidad. Es una vía de conocimiento, por medio del lenguaje, y este sublimado, de lo que “es” el hombre, todo hombre en cuanto tiene de originalidad y es testigo de lo inefable. La poesía, opino, es una extraña senda que nos lleva -¡podría llevarnos!- a lo primigenio, al territorio de lo no contaminado todavía. Por eso, si al escribir un verso, caminas en esa dirección, te conviertes, qué se le va a hacer, en un contestatario. Y las ideologías lo eviten. Cuidado, dicen en sus reuniones los jefes de las naciones, hay que lograr que no canten “los pájaros cantan”. A la luz del salmo bíblico 136 escribía Salvatore Quasimodo: “¿Y cómo podíamos cantar nosotros con el pie del extranjero puesto encima del corazón?” Se escribe siempre al dictado. No se puede evitar. Y así debe ser. No estamos hablando de entretenimientos, o mera pirotecnia verbal.