Poetas con Luz Ambiente, Montserrat Rayo Olmo
…”soy bastante anárquica. Yo no creo en ningún imperio, ni tan siquiera en el de la razón, esa tierra incierta con más lagunas que aciertos que pudieran servir para flotar en la mar océana”.
Tarde fría y muy luminosa en la que quedamos para la sesión de Poetas.
Dos emplazamientos son los que elige Montserrat como lugares para sus retratos: el Corral de Comedias y su hogar. Me surge la cuestión de publicar sólo una instantánea a pesar de contar con esos dos espacios.
La respuesta al porqué de la elección del Corral fue la de llevar a cabo un reconocimiento a Don Leonardo de Oviedo, figura que hizo posible que el teatro, tal y como hoy lo conocemos, llegara a Almagro hace ya casi cuatrocientos años y que, con mucha dedicación y esfuerzo, Montserrat relató en clave de ficción histórica en su libro “De dragones, de estrellas y del Corral de ver y oír las Comedias.
Si siempre me es grato fotografiar en el Corral, la segunda propuesta, la de su vivienda, me generó curiosidad y me ofreció diversidad. Es fácil imaginar que seguro encontraría más recursos, sobre todo si te comenta que es una vivienda del siglo XVII y posiblemente anterior. No me equivocaba: patio central, galerías, habitaciones espaciosas con luz de ventanal… En resumen, un auténtico plató en el que desarrollar toda una variedad de esquemas de iluminación que se encontraban allí de manera natural. Si a todo lo anterior le sumamos la facilidad de trabajar el retrato con Montserrat, el éxito estaba garantizado.
Monserrat Rayo Olmo para PLA. Los espacios utilizados el Corral de Comedias y la casa de su pareja. Una casa del s. XVI/XVII
Montserrat Rayo Olmo
No sé en qué momento nacieron mis poemas. Datarlos es tarea incierta con error de imprecisión. Lo que hago, para ser realista, es extraviarme casi a diario por los entresijos de esta vida. Anoto lo que noto, pero no siempre tengo un lápiz a mano que me libere de las tenazas que me atenazan. La desmemoria viene siendo ese nublo grisáceo que se alimenta de las palabras perdidas.
Aunque también te digo: soy bastante anárquica. Yo no creo en ningún imperio, ni tan siquiera en el de la razón, esa tierra incierta con más lagunas que aciertos que pudieran servir para flotar en la mar océana.
No intento desbaratar el poema para tomarle medidas en su sentido, ni tan siquiera que rime con mi pensar. No lo hago, ni en los versos propios ni tampoco en los ajenos. ¿Para qué? Es una tarea inútil, porque en el sendero de los renglones de la emoción, ya sean ordenados o en desbandada, no transita ninguna lógica. Tampoco es que la sensatez sea la mejor consejera en los menesteres del verso. Ellos solo son flor de un día y si me apuras, más bien son brotes de un instante de inconsciencia.
Mejor, dichos que hechos, pues las palabras emborronadas de sentimiento salen de una toma movida para que la línea de sus bordes se desdibuje en la breve y efímera cordura.
Lo escuchas y te conmueve. De eso va, eso es lo que pretende: inquietarte, trastornarte, alterarte, impresionarte, descomponerte, recomponerte y ante todo, seducirte. De cualquier poema solo tú has de saber lo que se entiende de él o en qué lugar de tus entrañas anidó.
Tampoco averigüé el venero de donde tomaron su tinta otras poetas.