Poetas con Luz Ambiente, Diana Rodrigo Ruíz
“Pero sigo enseñando toda la Literatura que adoro y me ha influido. Desde hace veinte años enseño todo lo que aprendo en el Club de Lectura Miguelturra, tan importantes para mí cada uno de sus participantes… todos los que están y los que estuvieron”.
Si elijo este párrafo como entrada, no es para que sea el más ilustrativo sobre su poética; eso ya lo escribe ella y lo evidencian sus publicaciones. La elección se debe al propósito de argumentar su retrato. Una vez examinado todo el shooting, bien podría haber elegido otra u otras que perfectamente hubieran cumplido la función del retrato de Diana.
La opción de la distancia focal -35 mm- para un Primer Plano, puede ser discutible. El posicionamiento de la cámara por encima de la mirada, puede ser discutible. La suma posicionamiento y distancia focal, en vez de restar; como si de la regla de los signos en la multiplicación sucede “menos por menos, igual a más”; es la que me hace decidirme por este retrato.
Cuando nos planteamos la sesión, Diana desde el primer momento lo tuvo claro, “en la biblioteca de Miguelturra”. Y allí quedamos.
Llegó la hora de buscar una luz para retratar a Diana y resulta, que en la biblioteca había más de una y por consiguiente, mas de una temperatura de color -luz natural de ventana, luz de tungsteno y luz de fluorescente- los fotógrafos sabemos lo que es eso, “diferentes dominantes”. El caso es que acabé pensando que su luz, no era la luz en sí. De igual manera podría fotografiarla en un rincón con una luz de ventana, en una mesa leyendo o escribiendo, etc.
Pasillos, estanterías, libros, como atrezzo no podría haberlos elegido mejor.
Todo era perfecto para circunscribir el PP de Diana dentro de un marco. Y toda esa amalgama la que definiera a Diana en su quehacer, donde desarrolla su trabajo cara a los demás en el biblioteca del cual está tan orgullosa.
Por lo tanto en este caso, el tipo de fuente de luz; que fuera una luz dura o suave, grande o pequeña… no era primordial. Su luz, son los libros dentro del marco de la biblioteca, lugar donde le influyó, le influye y enseña a otros.
POÉTICA VITAL
Al preguntarme por el poema—siempre en mi horizonte—, contesto que es el camino o la encrucijada: el poema me lleva y me detiene «En los Andenes del Tiempo», que me nacieron para celebrar a mi abuelo Francisco. Otras veces, es pura duda y me sumerge en figuras colosales que se alzaron en mi mente, buscando un «Origen», de por qué decidí recorrer esta vida de poeta, que a veces se detiene y otras continúa sin previo aviso. Y como elemento necesario a mis palabras, el verso desamando en «Parque de Sombras» o enamorándose convulsamente en «Laurel». Porque escribo con toda el alma y con todo el cuerpo, igual que amo, que me alimento o que habito. Mi cuerpo, «Anatómico uniVerso», se eleva ante este devenir de los días, de mis luces y de mis sombras. Así como hermosas plantas, mis libros han ido sucediéndose a lo largo de mi existencia y otros siguen esperando… algunos quedarán de manera anónima durmiendo en el olvido, pero otros brotarán con títulos iracundos ante la noche.
Siempre la noche o la soledad para encontrarme con el verbo, con el necesario sosiego que me produce escribir, el desahogo para evitar la desmemoria y la locura.
Ahora, en esta época, en la que me sostengo entre el amor de mi familia y el nacimiento de mi hijo, mis letras recorren tímidamente mi realidad. Pero sigo enseñando toda la Literatura que adoro y me ha influido. Desde hace veinte años enseño todo lo que aprendo en el Club de Lectura Miguelturra, tan importantes para mí cada uno de sus participantes… todos los que están y los que estuvieron. Y algo más de esas dos décadas son las que navego con el Grupo Literario Guadiana. Ahora al timón del navío junto con mi compañera Elisabeth Porrero, de este longevo y emblemático colectivo de maravillosos escritores, que llevan por bandera la Revista Manxa, donde comencé a publicar. A ambos—mis alumnos y mis mentores—, siempre les estaré agradecida.
Y así recorro mi poética vital, ejerciendo esta labor de humana poeta con la que me nacieron: vibrando ante la belleza que me ofrecen los amaneceres, dejándome sorprender por la sensibilidad iridiscente de la melancolía, disfrutando los nuevos proyectos que brotan generosamente –a pesar de las vicisitudes– y aprendiendo de las bondades o de las crueldades que fraguan los hombres. En definitiva, siempre existiendo desde la hondura y siempre, escribiendo desde la médula.
Diana Rodrigo Ruíz ©