Poetas con Luz Ambiente, Federico Gallego Ripoll
Y así espero agazapado, porque la Poesía es viva y lista y vieja, y vuela bajo o alto según convenga a su capricho.
A finales de junio de 2020 fue cuando le enviaba un correo a Federico Gallego Ripoll informándole sobre mi proyecto y solicitando su colaboración -fue de los primeros- , me respondió a los pocos días…“tal y como está el patio, no me meto en un avión ni aunque me lo mande la Guardia Civil”, refiriéndose al tema de la COVID 19. A al vez me ofrecía toda su colaboración cuando volviera por Manzanares o Madrid.
Al cabo prácticamente de un año, Federico entre que el confinamiento comunitario se levanta, que las vacunas “ya empezaban a hacer su trabajo” y que en Manzanares tiene pendiente un acto, se decide y viaja a su tierra, por lo tanto cerramos la sesión para realizarla en los días de presencia en su localidad.
La localización en “sus jardines de Sabatini” -así se los denomino- jardines del parque del polígono Julián López Cambronero. Justo enfrente de su vivienda en los que pasea, hace Tai-Chi y cuantos menesteres se le ocurren en su uso y disfrute. En el recorrido nos encontramos toda clase de luces, así como, diferentes entornos que hacían obligado un recorrido, puentes, elevaciones, aves, agua, césped, tierra, etc. De entre todo este “atrezzo” que se le podría llamar y ya hechas algunos shooting, me llamó la atención una gran mesa y su banco a los que la iluminación le llegaba lateralizada entre sombras. La escena automáticamente adquiría un gran profundidad, en clara connotación a la larga trayectoria del poeta que ya a sus 12 años escribía sus primeras poesías, a la gran cantidad de personajes interesantes e influyentes de sociedad en la que le ha tocado vivir, sí como lugares y luces vividos.
Federico Gallego Ripoll
En Poesía, como en la Vida, yo procuro recoger la fruta del tiempo, que es la más dulce. Y así espero agazapado, porque la Poesía es viva y lista y vieja, y vuela bajo o alto según convenga a su capricho. Si alguien le dice un requiebro y se relaja… raudo procuro cazarla al vuelo (aunque es difícil: no suelo pasar del intento). Otras veces –porque sé que donde ella se aloja es en la mirada: la suya y la mía y la de todos- me dejo ver con descarada y presuntuosa inocencia, y le alargo la mano con gesto cauto a ver si me deja caer en ella una moneda: de aluminio, de cobre… alguna vez (rara vez) de plata. La tomo y la comparto, que no alimenta el pan en la panera. Es algo sutil, inesperado, que transforma lo profano en –quizás- trascendente. Por eso procuro tomarla con respeto, que ella es un don y ante los dones hay que mostrarse siempre agradecido, porque pueden dejar de darse en cualquier momento. Se trata, en fin, de desear que llegue y estar atento… (por si llega).