Poetas con Luz Ambiente, Susana Martín de la Sierra
“Solo cuando muera dejaré de escribir. / Y aun así —si puedo— / seguiré dejando versos / en los pliegues del viento esperando que los colibríes recojan para polinizar al mundo con la esperanza”.
La sesión con Susana la realizamos en Las Tablas de Daimiel, pero no por ser ambos daimieleños, ese no fue el motivo. El verdadero motivo es el amor de Susana por la naturaleza, que remonta a su infancia, siendo su primer recuerdo de su padre, quien la filmó en vídeo cuando tenía apenas dos años. Su pasión por la naturaleza, que se impregna de luz y color, refleja una profunda conexión y compromiso con el entorno.
La tarde era calurosa, aunque no excesivamente, dado que nos encontrábamos a un día de la canícula y en espera del atardecer. Por cierto, una de las horas ideales, junto con el amanecer, para disfrutar plenamente del parque. La luz en todo momento es muy lateral, y dependiendo de la posición de la modelo, se pueden conseguir efectos de contraluces o iluminaciones al estilo Rembrandt, a la derecha o izquierda según el encuadre. Con “estos mimbres”, se puede elaborar un buen cesto.
En este entorno hay mucha información visual aprovechable: el observatorio, los tarayes, las láminas de agua, la masiega, las pasarelas en perspectiva, entre otros elementos. A veces, la abundancia de recursos dificulta la elección del lugar óptimo para ubicar la toma. Por ello, opté por el famoso dicho fotográfico de “menos es más”. Con la presencia de Susana y las líneas reconocibles de las pasarelas, creo haber logrado situar, de manera implícita, el lugar donde la mirada y el pensamiento se unen en una línea que induce a la creatividad.
Susana Martín de la Sierra
Escribo tal como soy,
como pienso,
como siento.
No heredé la aguja ni el dedal de mi madre:
no sé coser,
ni hacer punto,
ni bordar con esmero.
Fui una torpe aprendiz de modista…
pero amante del arte de tejer silencios.
Pero aún así, me fascina zurcir duelos
remendar memorias,
urdir el alma con hilos de palabras,
bordar lo que no se ve,
nombrar lo que tiembla dentro.
Escribo para entenderme,
para no morir en vida,
para dejar constancia de lo que fui
y lo que estoy recordando ser.
Para perdonar,
Para perdonarme
Y saber que yo también yo merezco ternura.
Soy hija de mujeres que tejieron historias
con las manos, con la sangre, con el pecho.
Soy maestra apasionada que escribe cuentos llenos de metáforas para sembrar luz en la tierna infancia,
a la vez que sano a esa niña interior rota.
Quiero que los niños crezcan sabiendo
que son valiosos,
que son luz,
que pueden habitar su mundo interior sin miedo , aun siendo huérfanos de padres sin presencia.
Cada historia es semilla,
cada palabra es un puente de conciencia entre la herida y la esperanza.
La escritura y la sanación
se unieron en mi camino
como un mágico proyecto de vida.
Gracias a ellas sé quién soy
y por qué estoy aún de pie,
apuntalada por lo invisible,
sostenida por lo sagrado.
No vivo de escribir.
Ni lo presentí nunca.
Solo sé que mientras escriba,
no estaré sola.
Solo cuando muera dejaré de escribir.
Y aun así —si puedo—
seguiré dejando versos
en los pliegues del viento esperando que los colibríes recojan para polinizar al mundo con la esperanza .