Poetas con Luz Ambiente, Encar González Gall
“Y así, como una humilde pero reconfortante mantita colorida y estampada, mis poemas arropen y den cobijo por momentos.”
En esta sesión con Encar, debido a una serie de circunstancias que no tenía contempladas, me llevaron a comunicar con ella previo contacto anterior, tuve que contactarla por la mañana del día de la sesión y, finalmente, la realizamos esa misma tarde. Es la ocasión en la que menos tiempo ha transcurrido entre la coordinación y la realización del shooting, ¡menos de 24 horas!
Había dos opciones de ubicación: una en exteriores, en el camino de Sancho Rey, y otra en su vivienda, que, según me comentó, era pequeña. Como es habitual, antes de la sesión suelo mantener una breve charla para romper el hielo. Por ello, inicialmente, acordamos que la sesión sería en su vivienda. Sin embargo, al llegar, toda duda quedó disipada: era un auténtico estudio fotográfico, sin necesidad de usar flashes. La luz provenía de los ventanales, como si contara con los mejores modeladores; podían ajustarse en cantidad y calidad según el efecto deseado. Entonces, ¿para qué buscar otro espacio si su propio rincón creativo cumplía perfectamente con las condiciones?
A la pregunta sobre que luz prefiere, me responde que en la actualidad es aquella que le permita alejarse de la penumbra y le permita elegir la armonía en lugar de los contrastes, en línea con la forma en que enfrenta los retos de la vida.
En cuanto al uso del color o blanco y negro, no se lo había planteado inicialmente, ya que depende del contexto, pero parece inclinarse más hacia el color; le transmite fortaleza y dinamismo. Ella es una mujer positiva, con una sonrisa permanente que refleja su actitud optimista ante la vida.
Encar González Gall
Tengo el anhelo vanidoso de querer provocar tanto una leve sonrisa como una imperceptible congoja; que algo tan anodino como el negro sobre blanco de la tinta en el papel se vuelva un juego entretenido. Escribo para ser yo la primera en beneficiarme de ese efecto pues, cuando escribo, cuando doy a luz mis piezas, son ellas quienes me iluminan el rostro. Solía guardarme este placer culpable hasta que compartirlo se volvió costumbre y el desnudo de mi mente y mis adentros adquirió tintes exhibicionistas… Ahora siento que no hay marcha atrás, que no hay pudor, que mi pequeño pedazo de universo me es inherente y que, por tanto, me pertenece. También que el deseo de trascendencia es pura quimera. Yo solo quiero escribir mientras sienta esa pequeña llama dentro: una mínima energía transmutadora de la expresión, una cierta habilidad para tomar palabras y coserlas en mis textos en el ‘patchwork’ de mi creatividad. Y así, como una humilde pero reconfortante mantita colorida y estampada, mis poemas arropen y den cobijo por momentos.