Poetas con Luz Ambiente, Ana Sánchez Huéscar
“Cuando una imagen me fascina, un sentimiento me conmueve o una emoción me traspasa, necesito convertirla en poema”
Es fundamental contextualizar la fecha de esta sesión para PLA, específicamente el 23 de diciembre de 2024, que marca la última sesión del año.
En las conversaciones telefónicas previas, habíamos acordado realizar la sesión en su casa natal, el lugar que albergó su infancia y adolescencia. Desde Madrid, donde reside actualmente, se desplaza con frecuencia a este refugio emocional.
El escenario de la sesión es el salón, un espacio iluminado por la luz que entra a través de una ventana adornada con una delicada cortina. Lo que hace este lugar verdaderamente especial es que originalmente era la habitación en la que nació, ahora transformada en un acogedor salón. No es necesario ser un observador atento para notar la calidez y familiaridad que emana de la estancia, donde retratos y recuerdos abarrotan las paredes y mobiliario. Estas imágenes de acontecimientos pasados, de abuelos y padres, le ofrecen un refugio emocional, permitiéndole mantener viva su memoria durante sus visitas a Socuéllamos.
Como es habitual, comenzamos la sesión con una amena conversación, y, dado el contexto navideño, disfrutamos de un café acompañado de dulces típicos del pueblo y fechas.
Hablando sobre la luz que debería retratar su poesía, expresa su deseo de que sea una luz amplia, capaz de suavizar las escenas y hacer más llevaderas las situaciones. Si esta hubiera tenido lugar en mi estudio fotográfico, quizás habría optado por un toque de iluminación más dura tras nuestra charla.
No recuerda con precisión una fecha específica desde que comenzó a sentir la necesidad de plasmar sus emociones y sensaciones a través de la escritura; simplemente menciona: “tal vez desde que nací”.
Fue en su etapa escolar, en el colegio, donde descubrió el poema “Volverán las oscuras golondrinas” de Bécquer, lo mismo fue el detonante de su creatividad literaria. Un profesor le hizo notar que había algo diferente en ella, una observación que la acompañó y motivó.
Para cerrar nuestra charla, me comparte tres elementos esenciales en su escritura: la naturaleza, su poesía y su profunda sensibilidad.
Ana Sánchez Huéscar
Escribir es una necesidad para mí. Desde que tengo recuerdos, siempre he querido transformar la realidad, mirarla desde otra perspectiva, entender el entorno como algo que palpita. En la evocación, en la fantasía, encuentro la manera de canalizar las emociones. La escritura me conduce a capturar una imagen, a tocar un sonido o a escuchar un olor. Siempre he sentido el empuje de la creatividad, de los estímulos. Concibo la poesía como una expresión que va más allá de lo visible, que cuenta sin decir. Es una forma de comunicar, de llegar hasta el interior de uno mismo, de unir sentidos, pensamientos y emociones. Es un estado perpetuo de experimentación, de aprendizaje, un bagaje íntimo que se renueva constantemente. Mi conexión –casi mágica y espiritual– con la naturaleza, me permite desarrollar el lenguaje de los sentidos y activa sutilezas o resonancias en las escenas cotidianas. Cuando una imagen me fascina, un sentimiento me conmueve o una emoción me traspasa, necesito convertirla en poema. Ese es un acto de fe para mí. Y me hace sentir bien. No sé si la poesía puede salvar al mundo, pero sí puede salvarnos a cada uno de nosotros cuando la leemos o la escribimos. Es un ente vivo y libre que está en todas partes. Y en su misterio me cobijo.